Q9 Magazine: Sonia Lamesa a CaixaForum (Bcn)
What is the city? One of the possible ways to define the urban world is through the presence of architecture. In this series of conversations, the creators of Q9 Magazine will explain to us, individually, a building in Barcelona: that one that for one reason or an other, has always captured their attention. Every conversation with these young experts in architecture will help us to reflect on the perception, the experience and the cohabitation that people have with these works of art in which one can live.
Sonia, why have you chosen to discuss the old Casaramona Factory?
I like to think about the history that each building has, as if they were alive: its birth, its sickness, its bright stages or dark stages, and then perhaps, its rebirth. I like cities that maintain and transmit their history through architecture; I admire the culture of rehabilitation, restoration, giving new uses to old spaces, reinventing them. I strongly believe in this way of conceiving architecture. It has been exploited in other European countries, but somehow, it is not so strong here where –for various reasons- there has been a lot of tabula rasa.
How do you apply what you just described in this building?
It was built in 1912, the same year as La Pedrera, although this one was understood by the public while Gaudí’s was very controversial. The construction lasted only for two years, the family had another textile factory in Poble Sec that had burned down and they were in a hurry to continue producing. The project was commissioned to the architect Puig i Cadafalch. It is important to note how there was special care put in the light and the ventilation of each space, unlike other factories where, most of the times, comfort or warmth were never a priority. This is one of the things that made this building particularly innovative at the time of its construction. It is also interesting to note the fact that from the outside, it looks very ornate, this contrasts with its interior organization and its fine, clear and simple structure: distributed in different pavilions according to how they were used, all of them were separated by narrow streets that helped oxygenate the factory complex. Ultimately, it was a tidy and practical building.
But, as a factory, it was only open until 1919.
Yes, after the crisis of the textile insustry, the building started to have various uses: from stables to a warehouse, to the quarters of the Civil Guard, until the Foundation La Caixa bought it and began to remodel it. The architect Francisco Javier Asarta received the commission to restore the whole modernist structure, he needed to hire specialized craftsmen who were able to rebuild its Catalan vaults or bricks that had the same size than the original ones, since at the time of the remodelling, the market couldn’t offer the same bricks that were used in its construction. The architects Roberto Luna and Robert Brufau, structure experts, created the entry, the lobby and basement, along with architect Arata Isosaki, the guest star architect. Their goal was to gain a lot of space for exhibitions, auditorium and the Media library: all part of a cultural centre that goes beyond the museum. This was the most complicated aspect of the remodelation, because in order to win all that space, the modernist building had to be supported by more than 400 piles while the subsoil was being excavated.
However, when you are in the main hall, you do not have the feeling of being buried underground, on the contrary.
This is largely because all the light is collected by the white pavement designed by Arata Isozaki’s and the glass of the entrance has the ability to magnify it and project it inward. Another interesting fact is how the shape of the patio and the stairs that lead up to the entrance establish a dialogue with the Mies van der Rohe pavilion (located a few steps away): the simplicity of its lines and the presence of elements such as the water. In fact, the effect created is as if this entrance was a reflection of the Mies Pavillion reversed, as if there was a lake or a mirror between them. On the other hand, in order to break with this sobriety, there is a transparent glass tree that acts as an icon and marks one of the entrances.
Finally, what do you think that this new cultural equipment brought to the city?
As a cultural centre, it opened in 2002, ten years after the Olympics, which marked an important turning point in the development of the city as an international benchmark. I think it showed to the world that Barcelona had not got stuck after this great event and that it was able to do much more. Before the civil war the cultural scene in Barcelona was enormously rich, then it fell into decay during the dictatorship decades, but I think after the Olympic Games, the city wanted to show that it could achieve in the field of culture what was accomplished in the field of sports. In mid 90s, cultural centres began to emerge, they are now part of the pillars of the cultural scene in Barcelona: the MACBA, the CCCB and obviously were we are now, CaixaForum. Institutions should continue to support these centres in order to give them continuity and bring them to the public, making culture a part of people’s entertainment as something that is affordable for everyone. This is the greatest wealth that a city can achieve.*
¿Qué es la ciudad? Una de las posibles maneras de definir el mundo urbano es mediante la presencia de arquitectura. En esta serie de conversaciones, los creadores de la revista Q9 nos destacan, de manera individual, un edificio barcelonés: el que por un motivo u otro, siempre les ha llamado la atención. Cada conversación con estos jóvenes expertos en arquitectura, nos ayudará a reflexionar sobre la percepción, la experiencia y la convivencia que los ciudadanos mantenemos con estas obras de arte dentro de las cuales se puede vivir.
Sonia, ¿por qué has elegido la Fábrica Casaramona?
Me gusta pensar en la trayectoria de los edificios, como si tuvieran vida: nacen, enferman, pasan por etapas brillantes o por etapas oscuras y, después, pueden volver a renacer. Me gustan mucho las ciudades que mantienen y transmiten su historia a través de la arquitectura: admiro la cultura de la rehabilitación, la restauración, dar nuevos usos a antiguos espacios, reinventarlos. Creo mucho en esta forma de concebir la arquitectura, muy explotada en otros países del centro de Europa, algo que aquí echo bastante de menos. Ha habido mucha tabula raza.
¿Cómo aplicas lo que acabas de describir a este edificio?
Lo construyeron en 1912, el mismo año que la Pedrera de Gaudí, aunque este se supo entender y la Pedrera fue muy controvertida. Las obras de construcción sólo duraron dos años, la familia Casaramona era la propietaria de una fábrica textil en Poble Sec que se quemó y tenía prisa para seguir produciendo. Se encargó el proyecto de la nueva fábrica al arquitecto Puig y Cadafalch. Es muy importante destacar como, aquí, la luz y la ventilación que entra en los espacios están muy cuidadas, al contrario que en otras fábricas donde normalmente no se miraba que hubiera ningún tipo de confort o calidez. Esto es una de las cosas que hacía que el edificio fuera especial e innovador, ya en el momento de su construcción. También es interesante el hecho de que desde fuera se ve muy ornamentado y como esto contrasta con la organización y estructura fina, clara y sencilla de su interior: distribuida en diferentes pabellones, según sus distintos usos y separados por pequeñas calles que ayudaban a oxigenar el complejo fabril. En definitiva, un edificio muy práctico y ordenado.
Pero como fábrica sólo funcionó hasta 1919.
Sí, después de la crisis del textil, el edificio pasó a ser caballerizas, almacén y cuartel de la guardia civil, hasta que la Fundación La Caixa lo compró y se inició el proceso de reformas. El arquitecto Francisco Javier Asarta se encargó de restaurar toda la estructura modernista, recurriendo a artesanos especializados que fueran capaces de rehacer las bóvedas catalanas o los ladrillos del mismo tamaño que los originales, ya que en el momento de la reforma ya no existían en el mercado los ladrillos que se habían utilizado en su construcción. Luego Roberto Luna y Robert Brufau, expertos en estructuras, crearon la entrada, el vestíbulo y el sótano, junto con el arquitecto estrella invitado Arata Isosaki. Esta obra permitió ganar mucho espacio para exposiciones, el auditorio y la mediateca: toda la zona de centro cultural que va más allá del museo. Esta parte de la reforma fue muy complicada, porque para poder ganar este espacio, se tuvo que sostener el edificio modernista con más de 400 pilotes y excavar en el subsuelo, ganando el terreno necesario para los nuevos espacios.
Sin embargo, cuando te encuentras en el hall principal no tienes la sensación de estar enterrado bajo tierra, al contrario.
Esto es en gran parte porque la piedra blanca del patio que diseñó Arata Isozaki, recoge toda la luz, y los cristales de la entrada tienen la capacidad de magnificarla y proyectarla hacia el interior. Otro hecho interesante es como la forma del patio y de las escaleras que te conducen hasta la entrada, dialoga con el pabellón Mies van der Rohe que está justo al lado: con la sobriedad de sus líneas o la presencia de elementos como el agua. De hecho, el efecto que se ha buscado es como si esta entrada fuera un reflejo invertido del Pabellón Mies van der Rohe, (situado a pocos pasos), como si hubiera un lago o un espejo entre ambos. Pero por otro lado, para romper con toda esta sobriedad, se creó aquel árbol de cristales transparentes que marca de una manera icónica uno de los accesos.
Finalmente, ¿qué crees que aportó este nuevo equipamiento cultural en la ciudad?
Como centro cultural, se inauguró en 2002, diez años después de las Olimpiadas, que marcaron un punto de inflexión muy importante en el desarrollo de la ciudad como referente internacional. Creo que pudo demostrar al mundo que Barcelona no se había quedado estancada en este gran evento y que era capaz de hacer mucho más. Antes de la guerra civil el panorama cultural en Barcelona era enormemente rico, durante la dictadura cayó en decadencia, pero creo que después de los juegos olímpicos, la ciudad quiso demostrar en el campo de la cultura lo mismo que se había demostrado en los deportes. En los años 90 comenzaron a surgir equipamientos culturales que ahora forman parte de los pilares del panorama cultural barcelonés: el MACBA, el CCCB y evidentemente también, donde estamos ahora, CaixaForum. Desde las instituciones se debería continuar dando apoyo a estos centros para darles continuidad y acercarlos al gran público, haciendo que la cultura forme parte del ocio de la gente y que sea algo asequible para todos. Esta es la mayor riqueza que una ciudad puede alcanzar.*
Què és la ciutat? Una de les possibles maneres de definir el món urbà és mitjançant la presència d’arquitectura. En aquesta sèrie de converses, els creadors de la revista Q9 ens destaquen, de manera individual, un edifici barceloní: aquell que per un motiu o altre, sempre els hi ha cridat l’atenció. Cada conversa amb aquests joves experts en arquitectura, ens ajudarà a reflexionar sobre la percepció, l’experiència i la convivència que els ciutadans mantenim amb aquestes obres d’art dins de les quals s’hi pot viure.
M’acosto a Montjuïc per visitar el centre cultural CaixaForum (antiga fàbrica Casaramona) amb la Sònia Lamesa (Barcelona, 1989), coordinadora de projectes de la Q9 Magazine.
Sònia, per què has escollit la fàbrica Casaramona?
M’agrada pensar en la trajectòria dels edificis com si tinguessin vida: neixen, es posen malalts, passen per etapes brillants o per etapes fosques i, després, poden tornar a renéixer. M’agraden molt les ciutats que mantenen i transmeten la seva història a través de l’arquitectura: admiro la cultura de la rehabilitació i la restauració, el fet de donar nous usos a antics espais, reinventar-los. Crec molt en aquesta manera de concebre l’arquitectura, molt explotada en d’altres països del centre d’Europa, i és una cosa que aquí trobo bastant a faltar. S’ha fet molta tabula rasa.
Com apliques el que acabes de descriure a aquest edifici?
El van construir el 1912, el mateix any que la Pedrera de Gaudí, tot i que aquest es va saber entendre i la Pedrera va ser molt controvertida. Les obres de construcció només van durar dos anys; la família tenia una fàbrica tèxtil al Poble Sec que es va cremar i tenia pressa per seguir produint. Es va encarregar el projecte de la nova fàbrica a Puig i Cadafalch. És molt important destacar com, aquí, la llum i la ventilació que entra als espais està molt cuidada, contràriament al que ocorre en altres fàbriques, en què normalment no es mirava que hi hagués cap mena de confort o calidesa. Això és una de les coses que feia que l’edifici fos especial i innovador, ja en el moment de la seva construcció. També és interessant el fet que des de fora es veu molt ornamentat i això contrasta amb l’organització i l’estructura fina, clara i senzilla de l’interior: distribuïda segons els seus usos en diferents pavellons, separats per petits carrers que ajudaven a oxigenar el complex fabril. En definitiva, un edifici molt pràctic i ordenat.
Però com a fàbrica només va funcionar fins al 1919.
Sí, després de la crisi del tèxtil l’edifici va passar a ser cavallerisses, magatzem i quarter de la Guàrdia Civil, fins que la Fundació La Caixa va comprar-lo i es va iniciar un procés de reformes. L’arquitecte Francisco Javier Asarta es va encarregar de restaurar tota l’estructura modernista. Va necessitar recórrer a artesans especialitzats que fossin capaços de refer les voltes catalanes o els maons de la mateixa mida, perquè en el moment de la reforma ja no existien en el mercat els maons que s’havien utilitzat en la seva construcció. Després, Roberto Luna i Robert Brufau, experts en estructures, van crear l’entrada, el vestíbul i el soterrani, conjuntament amb l’arquitecte estrella convidat, Arata Isozaki, que va permetre guanyar molt espai per a les exposicions, l’auditori i la mediateca: tota la part del centre cultural que va més enllà del museu. Aquesta part de la reforma va ser molt complicada, perquè per poder guanyar aquest espai es va haver de sostenir l’edifici modernista amb més de quatre-cents pilotis i excavar dins el subsòl per guanyar el terreny necessari per als nous espais.
Malgrat això, quan ets al vestíbul principal no tens la sensació d’estar enterrat a sota terra, al contrari.
Això és, en gran part, perquè la pedra blanca del pati que va dissenyar Arata Isozaki recull tota la llum, i els vidres de l’entrada tenen la capacitat de magnificar-la i projectar-la cap a l’interior. Un altre fet interessant és com la forma del pati i de les escales que et condueixen fins a l’entrada dialoga amb el Pavelló Mies van der Rohe que és just al costat, amb la sobrietat de les seves línies o la presència d’elements com ara l’aigua. De fet, l’efecte que s’ha buscat és com si aquesta entrada fos un reflex invertit del Pavelló Mies, com si hi hagués un llac o un mirall entre tots dos. Però d’altra banda, per trencar amb tota aquesta sobrietat, va crear l’arbre de vidres transparents que marca d’una manera icònica un dels accessos.
Finalment, què creus que va aportar aquest nou equipament cultural a la ciutat?
Com a centre cultural es va inaugurar el 2002, deu anys després de les Olimpíades, que van marcar un punt d’inflexió molt important en el desenvolupament de la ciutat com a referent internacional. Crec que va poder demostrar al món que Barcelona no s’havia quedat estancada en aquell gran esdeveniment i que era capaç de fer molt més. Abans de la Guerra Civil el panorama cultural a Barcelona era enormement ric. Durant la dictadura va caure en decadència, però crec que després dels Jocs Olímpics la ciutat va voler demostrar en el camp de la cultura el mateix que s’havia demostrat en els esports. Als anys noranta van començar a sorgir equipaments culturals que ara formen part dels pilars del panorama cultural barceloní: el MACBA, el CCCB i, evidentment, també on som ara, el CaixaForum. Des de les institucions caldria continuar donant més suport a aquests centres per proporcionar-los continuïtat i apropar-los al gran públic, fent que la cultura formi part de l’oci de la gent i que sigui quelcom assequible per a tots. Aquesta és la major riquesa que una ciutat pot assolir.*
Has gaudit d’aquest contingut?
Aquí podeu donar suport a Barcelonogy:
O si ho preferiu, fer una aportació mensual:
